NACIONES UNIDAS, (IPS) - El sistema agrícola actual ayudó a evitar hambrunas y a alimentar a los 7.000 millones de habitantes del planeta, pero la forma en que comemos y producimos los alimentos supone una amenaza para la seguridad alimentaria en el futuro.
Frente a la perspectiva de que la población mundial llegue a 10.000 millones de personas para 2050, es más importante que nunca garantizar la seguridad alimentaria.
Pero la actual producción de alimentos está entre las principales responsables de la degradación ambiental en el mundo.
De seguir los actuales patrones de producción y consumo, pronto superaremos nuestros límites planetarios con el cambio climático y el uso de la tierra necesarios para sobrevivir y prosperar.
“Fue bastante dramático observar cuánto se superarán los límites planetarios si no hacemos nada”, observó Marco Springmann, uno de los autores de un informe que analiza el impacto del sistema alimentario en el ambiente.
“El sistema alimentario ejerce presión sobre la gestión del suelo, y en particular sobre la deforestación. Si se talan muchos bosques, básicamente se arruina el sistema de regulación del ecosistema porque los bosques almacenan dióxido de carbono, pero también son el hábitat de especies salvajes y reservorios de biodiversidad”, añadió.
Más de 40 por ciento de las tierras del mundo se convirtieron o se reservan para la agricultura, lo que llevó a la pérdida de más de la mitad de los bosques del planeta.
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) señaló que la agricultura comercial es uno de los principales responsables, y en especial la producción ganadera, la de soja y la de aceite de palma.
Eso se observa en la Amazonia, donde se talaron árboles para dejar lugar a la cría de ganado y al cultivo de soja, la mayoría de la cual se usa para fabricar forraje, y no para el consumo humano.
De hecho, la mitad de las tierras cultivables del planeta se usan para la cría de animales y para cultivar sus alimentos; una superficie que equivale al área de América del Norte y América del Sur juntas.
El uso intensivo de fertilizantes también disminuyó la productividad del suelo, generando degradación y hasta desertificación de tierras.
Además, esas actividades contribuyen a liberar cantidades significativas de gases de efecto invernadero.
Según el estudio “Opciones para mantener el sistema alimentario dentro de los límites ambientales”, publicado en la revista Nature, el sistema alimentario emitió más de 5.000 millones de toneladas de dióxido de carbono solo en 2010.
El estudio también estima que los efectos ambientales del sistema alimentario podrían aumentar entre 50 y 90 por ciento si no se toman medidas selectivas, más allá del “espacio de operación seguro para la humanidad”.
Springmann detalló tres medidas ambiciosas que son necesarias para mantenerse dentro de los límites ambientales, que incluyen las mejoras tecnológicas que pueden aumentar la producción de alimentos sostenibles y así disminuir la demanda de más tierras cultivables.
Otra medida aún más abrumadora, es cambiar a una dieta basada en plantas.
Ese cambio “será aún mejor para las emisiones de gases invernadero, y también será (una dieta) más equilibrada y mejor para la salud; según las estimaciones, reduciríamos la presión sobre el suelo si cambiamos nuestra dieta”, explicó a IPS.
El artículo de Nature concluyó que un cambio de dieta hacia alternativas más saludables podría ayudar a reducir las emisiones contaminantes y otros impactos ambientales en casi 30 por ciento.
Un nuevo estudio de la Comisión EAT-Lancet también subrayó la necesidad de hacer cambios en la dieta para lograr la sostenibilidad ambiental y mejorar la salud pública.
“Los alimentos que comemos y cómo los producimos determina la salud de las personas y del planeta, y actualmente lo estamos haciendo muy mal”, observó uno de los autores, Tim Lang.
“Necesitamos una revisión significativa, cambiar el sistema mundial de alimentos en una escala nunca vista antes de tal forma que sea apropiada para las circunstancias de cada país”, apuntó.
“Es un territorio político no explorado y son problemas que no se resuelven fácilmente, pero ese objetivo está al alcance; los objetivos científicos que fijamos para tener una dieta saludable y sostenible son una base importante, que apuntalará e impulsará el cambio”, añadió Lang.
La dieta recomendada por la Comisión EAT-Lancet requiere reducir a la mitad el consumo de carnes rojas y duplicar el de verduras, frutas y nueces.
América del Norte es uno de los lugares donde se consume más carnes rojas. En 2018, en Estados Unidos, el consumo alcanzó un máximo histórico de más de 100 kilogramos de carne roja y pollo.
Si siguiera las pautas de salud mencionadas, América del Norte debería reducir su consumo de carne roja en 84 por ciento y comer seis veces más frijoles y lentejas.
Las dietas verdes se han vuelto populares en la región, pero a juzgar por el éxito de empresas como Beyond Meat e Impossible Burger, Springmann dijo que solo esa información no bastará para promover un cambio en la dieta.
“Por supuesto, todo el mundo podría cambiar de dieta y sería fantástico si pudieran hacerlo. Pero si no le facilitan el cambio al consumidor promedio, muchos no lo harán”, subrayó.
Springman sugirió cambiar el precio de los productos alimentarios para incluir las consecuencias que tienen en la salud y en el ambiente.
La carne, por ejemplo, tendría que costar 40 por ciento más, en promedio, por liberar emisiones contaminantes.
Eso le genera fondos a los gobiernos para poder invertir en otras áreas como el subsidio de productos más saludables.
Además del cambio de dieta, la Comisión EAT-Lancet observó que se necesita una pérdida nula de biodiversidad, expansión neta nula de tierras cultivables sobre ecosistemas naturales y mejoras en el uso de fertilizantes y de agua.
“La transformación que promueve la comisión no es superficial ni simple, y requiere concentrarse en sistemas complejos, incentivos y normativas que requieren que comunidades y gobiernos desempeñen un papel en múltiples niveles para redefinir cómo nos alimentamos”, observó Richard Horton, editor jefe de The Lancet.
“La respuesta está en nuestra conexión con la naturaleza, y si podemos comer de una forma que le sirva tanto a nuestro planeta como a nuestros cuerpos, se recuperará el equilibrio natural de los recursos del planeta”, acotó.
“La naturaleza misma, que está desapareciendo, tiene la clave para la supervivencia de los humanos y del planeta”, añadió.
Traducción: Verónica Firme