La educación como proceso político

Paulina Uribe Morfín

06/16/2019

Al reconocer a los jóvenes como actores políticos actuales, damos pie a una fuerza de cambio y de reflexión muy poderosa.

Esta es mi primera colaboración para POPLAB. Agradezco la generosidad de invitarme a escribir en un espacio libre y crítico. El tema central de mi columna de opinión será la educación, especialmente compartiré mis reflexiones de las preguntas que me persiguen día a día: ¿para qué educamos?, ¿cómo preservamos la interculturalidad si educamos para un mismo modelo de mundo?, ¿qué papel ha jugado la educación en la crisis climática y ambiental que ahora vivimos?

A veces la educación es reducida a su versión más superficial como los modales, éstos claramente pueden juzgarse como falta de educación o falta de conocimiento sobre las reglas de comportamiento. Tal vez, en algunas situaciones los modales pueden ser muy relevantes, pero en realidad los modales por sí mismos no nos hacen mejores personas, no transforman la realidad de nadie, no impactan en la conformación de comunidades. Solo dictan lineamientos de conducta común y algunas veces están de más.

Talleres de Mapa Verde. Foto de Ágora de Cultura Ambiental Guanajuato A.C.

Talleres de Mapa Verde. Foto de Ágora de Cultura Ambiental Guanajuato A.C.

Los procesos educativos por los que deberíamos preocuparnos son aquellos relacionados con la educación como una práctica política. Paulo Freire, fundador de la pedagogía crítica, decía que la educación es un proceso político, o no es nada. Aquí es dónde el entendimiento de qué es política nos nubla la vista porque en este país la política es vista como sinónimo de militar en un partido o desempeñar un cargo público. Pero eso también es un reduccionismo. La política es un proceso complejo de regulación de la vida pública o de la vida en comunidad y puede o no tener relación con los partidos políticos. Por tanto, la educación como un proceso político no se queda en la casa, o la instrucción escolar, ni siquiera en la transmisión de creencias y costumbres. El mismo Paulo Freire señalaba que deberíamos evitar el modelo tradicional de enseñar a leer y escribir sólo para sortear exámenes en el aula o conseguir un título, por un modelo de enseñar a leer y escribir con la intención de conocer e interpretar el mundo. Es así como la educación se convierte en un acto político y no exclusivo de la escuela, sino incluyente.

Me parece que necesitamos reflexionar en este tema con urgencia porque en México tenemos un poco más de 36 millones de niños y jóvenes escolarizados, que pasan buena parte de su día sentados en un mesabanco aprendiendo a contar y a leer, y en su mayoría están imposibilitados a hacerse preguntas sobre el sentido de esos números y esas letras en el mundo actual en el que ellos viven, en el mundo que nosotros hemos denominado sociedad del conocimiento. No generamos espacios posibles para ellos porque no hemos entendido a la educación como un proceso político, seguimos pensando que es un modelo unilateral de transmisión de conocimientos y prácticas. Simulamos que educamos.

En mi experiencia como educadora ambiental he visto que no se promueven esos espacios, ni estamos abiertos a reflexiones en y con las juventudes para que pregunten por su sentir en el mundo actual, ni siquiera reconocemos a las juventudes como interlocutores válidos, no los reconocemos como actores políticos, preocupados y ocupados por su bienestar, el de sus familias o de su comunidad. Los jóvenes no hacen porque no los dejamos hacer. Los pensamos como sujetos en formación, como sujetos incompletos y que adolecen de criterio. Ahí estamos fallando y es urgente retomar el rumbo.

Al reconocer a los jóvenes como actores políticos actuales, damos pie a una fuerza de cambio y de reflexión muy poderosa. Me parece que los adultos, incapaces de asumir esa fuerza, nos hemos paralizado por miedo y hemos racionalizado todo tipo de excusas y no los dejamos actuar. Solo por poner un ejemplo concreto, retomaré el caso de Greta Thunberg, reconozco que no es la única adolescente que es vista como actor político, pero es muy relevante porque ha sido propuesta como candidata al Premio Nobel por la Paz.

Greta Thunberg. Foto: Anders Hellberg para Effekt magazine

Greta Thunberg. Foto: Anders Hellberg para Effekt magazine

 

Greta generó el movimiento mundial “Juventud por el clima” y el 24 de enero de 2019 participó en el Foro Económico Mundial deslumbrando con su reclamo a los adultos por no haber actuado a tiempo y dejar un mundo sin esperanza, un planeta incendiado y envuelto en una crisis climática que nadie ha querido atender con seriedad. En el video de su discurso en el Parlamento Europeo la joven estudiante hace un esfuerzo por contener el llanto mientras enuncia las catástrofes ambientales provocadas por nuestros sistemas financieros basados en la ganancia económica y la comodidad, con firmeza se dirige a los adultos y nos dice:

 

“Entrar en pánico, a menos que sea una urgente necesidad, es una mala idea. Pero cuándo tu casa se está incendiado y tu quieres conservarla, entonces se requiere cierto nivel de pánico. Estamos en medio de la sexta extinción masiva, la velocidad de la extinción de especies es 10 mil veces más rápida de lo normal; más de 200 especies se extinguen por día, hay erosión de suelos, deforestación de nuestros grandes bosques, aire tóxico y contaminado, pérdida de insectos y vida silvestre, acidificación de nuestros océanos. Estas son las tendencias de los desastres que están sido acelerados por una forma de vida que nos da fortuna y nos creemos con el derecho a continuar. Nuestra casa se está cayendo a pedazos y nuestros líderes necesitan empezar a actuar en consecuencia, hasta ahora no lo han hecho”.

 

El llamado de Greta es a la acción y a cambiar las reglas con las que regimos el mundo. Su testimonio es evidencia de la necesidad de reconocer a los jóvenes como actores políticos, sin dudarlo.