La seguridad alimenticia y la pérdida de los ingresos

Oscar Ugarteche, Arturo Martínez Paredes

06/16/2020

Esta nota revisará el panorama alimenticio actual. Éste se complica para buena parte del mundo, en especial para países vulnerables, debido a dos factores particulares: la caída en los ingresos de la población que la pandemia y el confinamiento han producido en las economías del mundo, y la dependencia al exterior en cuanto a alimentos.

La dependencia alimenticia fue expuesta a partir de las restricciones por la pandemia, así como la falta de soberanía en la producción de alimentos de algunos países.  El comercio alimenticio se ha complicado en cuanto a sus redes de distribución, lo cual repercute en alzas en los precios de los alimentos. Esta crisis pone en perspectiva el costo y las ventajas de la dependencia alimenticia de libre mercado.

El mundo ha virado hacia las restricciones alimenticias y mercados más cerrados. Destacan algunos países como Rusia, Argentina y Brasil, importantes exportadores netos de alimentos. La dependencia del exterior hace evidente la vulnerabilidad por parte de los importadores netos alimenticios, como México, Estados Unidos, China, la mayor parte de África y la Unión Europea, ante cualquier reducción del comercio internacional. En última instancia la pandemia también muestra la fragilidad de las cadenas de valor y la interdependencia en cuanto a producción y suministros en cualquier sector.

Aunque se regularice el comercio internacional, así como la distribución interna de alimentos en los países dependientes; el ingreso y el empleo han caído de manera generalizada en el mundo, esto pone en un mayor predicamento la seguridad alimenticia de la población de países vulnerables en cuanto al ingreso. La FAO menciona: “La fuerte desaceleración de todas las economías del mundo y en particular de las más vulnerables (…) hará que los países, en especial los que dependen de las importaciones de alimentos, tengan dificultades para disponer de los recursos necesarios para comprarlos”, ya que las tasas de desempleo han aumentado y las repercusiones económicas de la COVID-19 en el ingreso serán más severas.

En todo el mundo hay un impacto en el ingreso y el empleo; sin embargo, en el caso de los países con bajos ingresos el panorama es aún más crítico dado que destinan la mayor parte de sus ingresos para su alimentación, siguiendo la ley de Engel que relaciona un porcentaje menor del gasto en alimentos a medida que aumenta el ingreso. Por tanto, los países con menores ingresos tienen más en riesgo su seguridad alimentaria.

El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas estimó una recesión mundial cercana a una caída de 3.2 mundial para el año 2020. Para los países desarrollados se espera una caída de 5% del PIB, mientras que, en los países en desarrollo, de 0.7%. El escenario puede ser aún más adverso para los países con bajos ingresos. Mark Lowcock, secretario general adjunto de asuntos humanitarios de Naciones Unidas espera que la pobreza extrema, es decir, la población que vive con menos de 2 dólares al día aumente por primera vez en tres décadas.

Desde un esfuerzo multilateral es posible hacer frente a estas circunstancias particulares y aminorar el impacto que tendrán en los países con bajos ingresos. Se necesita otorgar un ingreso mínimo que le permita seguridad alimentaria. Para enfrentar esta cuestión Naciones Unidas planteó un programa dirigido a la ayuda humanitaria de aproximadamente 67 mil millones de dólares, que pretende hacer frente tanto a la pandemia, la inseguridad alimenticia como la pobreza en países vulnerables. Este programa recién tendría efecto a finales del 2020 y sería insuficiente para aminorar la vulnerabilidad del todo. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU estima que sin esfuerzos adicionales, el costo de la ayuda para el “10 por ciento de las personas más vulnerables del mundo de los peores impactos de la pandemia es de aproximadamente 90 mil millones de dólares, equivalente al 1 por ciento del paquete de estímulo global implementado por los países de la OCDE y del G20”.

Las perspectivas de seguridad alimenticia frente al encierro pone de manifiesto la dependencia alimentaria. En los países con menores ingresos es aún más crítica y urgente que la fragilidad de las cadenas de suministros alimenticias. La forma de producir y distribuir alimentos está en cuestión dado que la mayor parte de los países tienen capacidad de producir alimentos por sí mismos y no necesitan depender de largas cadenas de suministros para alimentar a su población. El apoyo a la producción y al consumo de alimentos locales debe considerarse como una salida a este problema e incluso un impulso al aumento de la ocupación en el sector primario.

- Oscar Ugarteche, Investigador titular “C”, IIEc-UNAM, SNI III Conacyt, coordinador del obela.org

- Arturo Martínez Paredes, Facultad de Economía, UNAM, Miembro del obela.org

Fuente:  OBELA, Observatorio Económico Latinoamericano www.obela.org