En la saga producida por Spielberg, un adolescente va al pasado, vive ahí peripecias caóticas mil, y regresa al futuro, pero éste ha cambiado. La humanidad ha debido viajar al pasado de sus epidemias, y protegrese con los procedimientos que recomendó Adrien Proust (1835-1903), de quien García Márquez dijo en su novela El amor en los tiempos del colera que había sido el mejor epidemiólogo de su tiempo. Proust escribió que era indispensable la (sana) distancia entre las personas, el aseo frecuente de manos y cara, y el confinamiento, llamado por él, secuestro.
Volveremos al futuro, pero será uno distinto; se llama nueva normalidad y no tendrá final feliz. Mientras el Covid-19 causa estragos terribles y las economías se derrumban catastróficamente, un conflicto de orden social y político de dimensiones desconocidas cambiará el rumbo de la historia.
La crisis financiera de 2008-09 dejó principalmente al mundo desarrollado con una deuda sin precedente. Gracias a los atracos de la economía financierizada global, la deuda pasó de los países centrales a los periféricos, y del sector privado al sector público. Y a partir de 2016 la deuda cobró nuevos bríos al alza en todos los países. Desde 2009 es preciso pagar más deuda por un crecimiento reptante, una desigualdad sin precedente, el colapso de las clases medias, la expansión de la pobreza, el hambre en todo el mundo y una vía ecológica que arrasa toda forma de vida.
En septiembre de 2019 la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), principal órgano de la Asamblea General de la ONU, advirtió: “La economía mundial está entrando en aguas turbulentas y la recesión de 2020 es ahora un peligro claro y presente…[Están ahí] las tensiones comerciales, los movimientos de divisas, la deuda de las empresas, un Brexit sin salida y las curvas de rendimiento invertidas, pero hay pocos indicios de que los responsables de las políticas estén preparados para la tormenta que se avecina”; lo dijo antes de la pandemia. Ahora se ha iniciado la catástrofe.
El pasado 23 de abril escribe, sombríamente: “La conmoción del Covid-19 está planteando desafíos sin precedente a los gobiernos de los países avanzados…; la crisis económica que conlleva la pandemia es única en el sentido de que combina una profunda conmoción de la oferta…, con las consiguientes conmociones de la demanda, provocadas por el colapso de los planes de inversión de las empresas, la reducción del gasto de los hogares, el rápido aumento del desempleo y unos sistemas de bienestar social irregulares reducidos a su mínima expresión tras decenios de capitalismo rentista”.
El 11 de mayo pasado, unos 40 políticos e intelectuales del mundo, entre quienes se hallan Katrín Jakobsdóttir (primera ministra de la pequeña Islandia), Noam Chomsky, Bernie Sanders, Yannis Varoufakis, Fernando Haddad, Celso Amorim, Rafael Correa y Álvaro García Linera, relanzaron la Internacional Progresista (IP), e hicieron un llamado urgente: Es hora de que las personas progresistas del mundo nos unamos.
Señalan: “los multimillonarios estadunidenses añadieron 282 mil millones de dólares a su riqueza en el primer mes de la pandemia. Mientras, una proporción cada vez mayor de la humanidad se enfrenta a condiciones de vida o muerte que persistirán mucho tiempo después de que el virus haya remitido… La lucha por el orden social en el mundo después del coronavirus ya está en marcha. En salas de juntas más allá del escrutinio público, aquellos que han capturado la mayor parte de la cuota del león en las últimas décadas están ocupados poniendo en marcha mecanismos para asegurar sus privilegios a expensas de todos los demás… Sólo tenemos una estrecha ventana para influir en el ámbito político y dar forma al proceso de elaboración de políticas”.
Convocan a generar ideas y a asociar movimientos sociales, sindicatos, fundaciones, personas, gobiernos, para ponerse al frente de un proyecto alternativo al del capital y sus partidos, gobiernos, poderes fácticos e intelectuales. Esas fuerzas cocinan ahora mismo un proyecto de desglobalización y nacionalismo autoritario. Saben que esta crisis dañará más aún a las inmensas mayorías explotadas del planeta.
Chomsky describe el trazo preliminar de la IP como Internacionalismo o extinción. Ante este desafío existencial, tenemos el deber moral y político de organizar un frente planetario que pueda trascender las fronteras y hacer frente a la lógica capitalista de expansión.
Katrín Jakobsdóttir dijo: Si el pasado sirve como guía, habrá que prepararnos para una fuerte reacción nacionalista. Las fuerzas autoritarias y populistas de derecha buscarán explotar las ansiedades políticas creadas por la crisis económica.
Las corrientes y fuerzas políticas progresistas de México tienen una tarea descomunal en el regreso al futuro. Conviene a todos asociarse para poner los sistemas de salud, de educación y de producción de alimentos fuera del mercado, para comenzar.